Llegados a esta parte, déjenme decirles algo: siempre creí en las cosas completas. Era de los que odiaba los huevos fritos con patatas donde sólo había un huevo, las gafas de monóculo y las motocicletas para dos acompañantes con sidecar.
Fue hace unos días cuando todo cambió. A punto de ir al mercado como cada mañana, encontré en mi diario de Internet una noticia: “Fueron halladas en plena Quinta Avenida, dos personas en fuerte estado de shock y desnudas. Iban solas y no sabían su nombre”
Las últimas semanas habían sido extrañas. Sólo encontraba gente andando de dos en dos, gente que se casaba, gente de la mano de gente yendo a comprar. Incluso en todos los centros comerciales, comencé a ver una plaga de ofertas de “llévese 2 y pague 1”. No entendí muy bien qué estaba sucediendo pero, pronto, sin darme cuenta, comencé a sentir la extraña sensación de que mi propia sombra intentaba emparejarse conmigo. En los cines sólo vendían dos entradas, las tarjetas de metro ya no eran individuales. Tuve que dejarme llevar e intercambiar algunos días con Laura, mi vecina del cuarto, que también estaba sola. Al final, casi sin pensarlo: ambos estábamos juntos. Aquella noticia me volvió a situar en mi antigua realidad: qué estarían haciendo dos personas solas, en crisis, autistas por la propia avenida neoyorkina. Quizá, simplemente estaban buscando un espacio para pensar…
No sé que pensar de este post, Sergio. No sé si es inquietante, irónico....
Publicado por: Juan Ayala | 21 julio 2008 en 09:40 a.m.
No sé que pensar de este post, Sergio. No sé si es inquietante, irónico....
Publicado por: Juan Ayala | 21 julio 2008 en 09:40 a.m.