Tengo la sensación, en la noche, a oscuras, frente al papel en blanco de que cuando uno pone el disco de Keith Jarrett comienza una reunión inesperada. De repente el salón comienza a llenarse de gente, de humo, de conversación y miradas.
El piano y la voz de fondo que tararea la improvisación, me acercan al mundo que hay ahí a fuera, lejos de la ciudad y mi espacio-tiempo. Y entonces, los aplausos, como para recordarme que todos están ahí. Se me llena el salón y comienzo a emular conversaciones de Manhattan, con aire a Mia Farrow y puentes de Brooklyn. Es extraño que en las noches de Jazz y verano, las cosas parezcan más cerca, más de lo que se puede tocar. Todo es y no está, pero a la vez desprende un maravilloso olor a nostalgia.
Las notas saben hacerme la pregunta de cada día: ¿Qué sería la vida sin este placer de escuchar?
Pd. el otro día conocí a una persona que me comentó que jamás escucha música. Que en su casa no hay ningún disco ni cinta… Es un caso para reflexionar. (más que nada por la curiosidad que me genera)
Nos has dejado con la duda de saber cuál es "el disco de Keith Jarret".
Publicado por: Miguel Ángel | 18 julio 2007 en 08:54 a.m.
Amigo, Miguel Ángel, curiosamente es un título que viene ni al pelo del post..."The out-of-towners".Disco, por cierto, que se lo debo a vos.. como no podía ser de otra manera.
Publicado por: Sergio Cortés | 18 julio 2007 en 09:25 a.m.
Gran disco. Pero pensaba que hablabas del concierto de Colonia. Por salir de dudas.
Publicado por: Miguel Ángel | 18 julio 2007 en 03:53 p.m.